domingo, 14 de abril de 2013


“Te dejo a deber tres mil cosquillas
que se fueron por la planta del pie.

Capitulo setenta y siete:

Nueve de la mañana. Miro el despertador y aparto lentamente la sabana de mi cuerpo. Tengo sueño, apenas he dormido nada pero necesito salir de esta habitación. Agarro el móvil y vuelvo a leer por quinta vez su mensaje:

“Yo hoy grabo a las diez y media, si quieres puedes venir a mi casa a desayunar y hablamos. Creo que ya es hora de que nos digamos la cosas claras… esto no puede seguir así.”

Me levanto de la cama y me dirijo hacia el armario. Lo abro y suspiro ¿qué te pones el día en el que decides hacer tu mundo pedazos? Cojo la primera camiseta que encuentro y la dejo que encima de la cama junto con unos pantalones vaqueros. Hoy es el día de no pensar en nada.

Cojo la ropa interior y voy hacia el baño con calma, la verdad es que tengo de todo menos prisa. Me miro en el espejo y noto como el nudo que habita en mis estomago se vuelve un agujero negro. Abro el grifo la ducha y pongo la música a la máxima potencia. Comienzo a desprenderme de la ropa y me propongo a mi misma no pensar en nada durante al menos los quince minutos que pase en la ducha.

Por un momento creo que lo consigo, pero la realidad me vuelve a golpear, aunque bueno, no estoy segura de que se haya ido nunca. De repente vuelvo a sentir ese fuerte dolor en el pecho, ese que me impide respirar, ese que me acompaña tanto últimamente que ya casi forma parte de mi. Noto las lagrimas recorrer mis mejillas y niego con la cabeza, me niego a ser de ese tipo de mujeres que llora en la ducha como si de una telenovela se tratase.

Salgo de la ducha, me envuelvo con la toalla y vuelvo analizar mi cara en el espejo. Bueno, por lo menos ahora tengo un poco más de color. Comienzo a secarme el pelo y sonrío una milésima de segundo al darme cuenta de que estaba cantando la canción a pleno pulmón (última versión de ti). La sonrisa desaparece cuando vuelvo a caer en la cuenta de lo que significa esa canción.

Me visto y una vez más, vuelvo analizar mi cara en el espejo. ¿Me maquillo? Suspiro y miro fijamente mis ojeras. ¿A quien pretendo engañar? Sé que voy acabar llorando. Me pongo las zapatillas y salgo de casa. Me aseguro varias veces de que la puerta esta bien cerrada, quizás más de la cuenta, y echo la llave. Subo las escaleras muy despacio, no estoy segura de si no quiero subir o si, realmente, siento un dolor físico que me lo impide.

Llamo al timbre y siento como mi corazón deja de latir. Me quedo quieta, me paralizo. La puerta se abre, y ahí esta él… pero ni rastro de su sonrisa.

-Hola –dice apoyando la cabeza en la puerta.

-Hola –digo desviando mi mirada dentro de la casa.

-Pasa…-apartándose y dejándome pasar.

-Gracias –en un susurro mientras me dirijo hacia el comedor.

-Siéntate… ¿Quieres algo de comer? –dice tiernamente y noto como las lagrimas vuelven a inundar mis ojos.

-No, dudo mucho que me vaya a sentar bien nada de lo que tome en este momento… -me siento y clavo mis ojos en él.

-Mira Cris, yo no entiendo lo que ha pasado estos últimos meses… ha sido todo tan raro –acercándose y sentándose a mi lado en el sofá-. Un día estábamos en los Ángeles y enamorados y al otro estábamos rompiendo. Fue todo tan rápido que apenas me di cuenta de que era real hasta que ya fue muy tarde. Las discusiones, las peleas, el estar lejos… la verdad es que a mi me parecían tonterías, yo te seguía queriendo y para mi eso era lo importante. Entonces un día llegaste y me dijiste que para ti todo se había acabado… si te soy sincero, ni me lo creí. Estaba convencido de que todo se quedaría en una simple pelea que se nos había ido de las manos, me fui a León pensando que antes de que volviese las cosas habrían vuelto a su cauce. Espere una llamada, un mensaje… algo que me hiciese pensar que esto no había terminado. Si un día no llamabas, yo me convencía a mi mismo que quizás seria al siguiente, que igual necesitabas más tiempo para pensar, para darte cuenta de que todo lo que nos queríamos valía más que una mala temporada. Pero no llamaste, ni si quiera un mensaje… nada. Me cabree, me cabree muchísimo, no entendía nada. Después me escribiste, me empezaste a hablar y dijiste que querías que fuésemos amigos, joder Cris ¿cuándo cojones hemos sido tú y yo amigos? ¿Crees que un mes y medio después de cortar me planteo remotamente el hecho de ser tu amigo? –suspira y comienza alborotarse el pelo con la mano-. Pensé que quizás querías volver a intentarlo, pero estaba demasiado cabreado como para plantearme el hecho de porqué te habías acercado a mí. Casi sin darme cuenta estábamos intentando ser amigos, y lo peor de todo, lo peor, era que todos los días me llegaban rumores de que ya te habías liados con otros tíos y yo no podría preguntarte. No podía porque éramos amigos y porque sí, soy consciente de que en parte la culpa de que rompiéramos también fue mía. No parábamos de tontear y era un sí y no continuo, quería y a la vez no quería. Yo admito que esta situación en parte también es culpa mía. Durante estos meses lo único que sentía era rabia. Rabia por ti, por mi, por todo. Es que, joder ¿cómo pudiste mandarlo todo a la mierda de esa manera?  Pero tanto enero, como febrero y marzo han sido diferentes… Las cosas poquito a poco empezaban a encajar en mi cabeza, no paraba de enviarte señales, de intentar hacerte ver que quería estar contigo. A veces parecía que recibías las indirectas de buenas maneras y otras, que las ignorabas totalmente. Me insistías en que me decidiera, o dentro, o fuera y quería entrar, te lo juro pero simplemente no podía. No sé si era miedo de que  pasara todo de nuevo otra vez o que me seguía jodiendo que lo mandaras todo a la mierda, pero me cansé. Me cansé de esperarte, de los sís y los nos, me canse de todo. Tú los has dicho un millón de veces ¿con que esperanza vamos a empezar de nuevo si ni si quiera aguantamos un año juntos? Para mi es el momento de darlo todo por zanjado. Tú tienes que seguir con tu vida, y yo tengo que seguir con la mía.

Miro fijamente a mis manos entrelazadas. El dolor que siento en el pecho casi me impide respirar. Cierro los ojos con fuerza intentando que las lágrimas no salgan de ellos a borbotones. Cierro as manos en un puño y no tardo en abrirlas para pasarlas por mi pelo. Siento como si la cabeza me duele a explotar. Levanto la cabeza y me encuentro con lo que he estado evitando todo este tiempo: sus ojos, sus ojos llenos de lágrimas retenidas. De repente siento como la rabia invade todo mi cuerpo.

-Tienes razón –levantándome y cruzándome de brazos- se acabó todo. Pero estas muy equivocado si piensas que fue por mi culpa mía. No fui yo la que me tiré meses pasando de ti por un programa, no fui yo la que te pedía paciencia cuando lo único que necesitabas era que estuviera contigo. Me equivoqué al dejarte y lo admito, tendría que haber hablado las cosas, haber tenido un poco más de paciencia. Yo también esperaba que llamases ¿Sabes? Después de todo lo que te dije ni si quiera te dignaste a llamarme. Nada. ¿Sabes lo que me hace pensar todo esto? Que no me quieres. O, que al menos no lo suficiente como para echarle los cojones de luchar por mi.

Clavo a mirada en sus ojos y no la aparté de ellos ni un instante. Buscaba una respuesta, una que lo diese todo por zanjado o que hiciese que volviese a empezar, pero quiero más. No me conformo con esto.

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