viernes, 18 de enero de 2013


Contén la respiración, porque esta noche
será la noche en la que me enamoraré de ti.
Una y otra vez, una y otra vez, una y otra...
Capitulo setenta y cuatro:
Un ruido ensordecedor irrumpe  mi sueño. Salto de la cama y voy corriendo hacia la puerta, conozco bien el sonido de mi timbre. Noto mi corazón latir a mil por hora y apenas me da tiempo a fijarme en el reloj mientras camino. Solo son las ocho de la mañana ¿quien cojones esta quemando mi timbre?

Abro de golpe, me encuentro con sus ojos. Él sonríe y se apoya en el marco de la puerta. Me quedo quieta, estoy bloqueada. ¿Qué hace aquí? ¿No tendría que estar en León? Niego con la cabeza y me esfuerzo en recobrar el sentido.

-Por tu cara cualquiera diría que me has echado de menos…-dice con una sonrisa mientras se acerca para dejar un beso en mi mejilla.

-Es que, bueno, yo… no te esperaba –abro la puerta del todo y le hago en un gesto con la mano para que pase- ¿qué haces aquí, y tan pronto? ¿no se supone que deberías estar en León?

-Debería, debería –se gira con una sonrisa que ilumina sus ojos y sigue andado- pero me he cansado de tanto tiempo en familia.

-¿Y has decidido venir a quemar mi timbre a las ocho de la mañana? –no puedo controlar la pequeña sonrisa que se apodera de mis labios-. Espera, si son las ocho y has venido en coche ¿ha que hora has salido de León?

-Eso no importa –parando en mitad del salón, sin dejar de sonreír-. Me he cruzado con los reyes magos y me han dado una cosita para ti…

-Teóricamente, los reyes ya vinieron ayer… -digo señalando los tres paquetes que hay aun debajo del árbol.

-Lo sé, lo sé –dice acercándose a mi- pero mis reyes se parecen a mi, son unos tardones.

-¿Si? Los míos no –dirigiéndome hacia al árbol y cogiendo uno de los paquetes- y también dejaron algo para ti.

-Yo creía que tus reyes ya no se acordarían de mí –borrando la sonrisa de sus labios y mirando fijamente al paquete.

-Si lo hacen –digo soltando un suspiro-. No entiendo como has podido pensar eso.

-Bueno, solo ha sido una equivocación ¿no? Se han acordado de mi, no hay que darle más vueltas –acercándose a mi y cogiendo el regalo.

-Impaciente –sonreí mientras él desenvolvía el regalo con ansia y me senté en el sofá.

-Cris… esto es… ¡me encanta! –sentándose a mi lado y abrazándome sin apartar la vista del regalo-. En serio, me encanta ¿cómo lo has sabido?

-Bueno, hable con Chuspy y me dijo que llevabas meses hablando de ese cuadro –digo señalando el regalo que tenia en sus manos-. Que te gusto en cuanto lo viste y que encima tenia la firma de Jordan… Entonces, fue fácil elegir.

-¿Cómo lo haces? –fijando su mirada en mi.

-¿El qué? ¿Elegir los regalos? –sin apartar la vista de sus  ojos.

-No, eso no, se que eres buena para los regalos –con una sonrisa-. Me refiero al hacerme feliz, después de todo este tiempo… Ya sabes que a veces soy un poco raro y tú… Tú siempre das con la clave.

-¿Sabes? –intentado aguantar la risa, sin mucho existo-. Eso ha soñado a la típica frase de una peli ñoña.

-Quizás lo es –dice sonriendo.

-Estas muy raro últimamente, lo sabes ¿verdad? –volviendo a fijar mi mirada en sus ojos.

-Lo sé –con la sonrisa aun en los labios-. Toma, tu regalo.

-A ver, a ver –alargando la mano para cogerlo y desenvolviéndolo lentamente-. ¿Viene de Nueva York?

-No –dice comenzando a mover la pierna-. Sabes que soy muy ansioso, date prisa.

-Espera, espera –riendo mientras quitaba el papel con cuidado- y ¿qué tal te lo has pasado por allí?

-Muy bien, ya sabes que es mi ciudad –hablando muy deprisa- pero me faltaba algo…

-¿Algo? –digo levantando la mirada del pequeño paquete que estaba en mi regazo.

-Sí, algo. Bueno, más bien alguien –mirándome nervioso- abre ya el paquete, que me estas poniendo nervioso.

-Ya voy, ya voy –sonriendo y levantando la tapa del pequeño paquete.

-¿Te gusta? –dice sin apartar la mirada de mi-. Si no te gustan los puede cambiar por lo que tu quieras.

-Me encanta, Dani –alzando la mirada, y fijándola en su ojos- son preciosos.

-Me alegro que te guste –suspirando y girándose para colocar la espalda en el respaldo del sofá-. A mi no se me da tan bien lo de los regalos como a ti.

-No seas tonto, sabes que si –sonriendo y bajando la mirada de nuevo hacia los pendientes-. Tus regalos del año pasado también me gustaron mucho.

-Eso es porque eran para ti…-girando la cabeza para volver a mirarme-. Contigo todo siempre es diferente.


Lo peor de los recuerdos
es que a veces pueden, literalmente, perforarte el alma.

Capitulo setenta y tres (segunda parte):
“Me pongo las gafas de sol y comienzo a jugar con la arena que hay bajo mis pies. Giro la cabeza y sonrío al ver como deja el bañe su cuerpo con los ojos cerrados. Descansado, por fin. Desde que llegamos apenas a dejado de trabajar. Suspiro y me giro para acariciarle el pelo. El sonríe pero no se mueve.

Me pregunto si estará pensando en el trabajo. Últimamente ese tema solo lleva a discusiones. Discusiones y más discusiones… Menudas vacaciones. Observo su pecho subir y bajar rítmicamente y casi por inercia coloco la mano sobre él. Bueno, supongo que todas las parejas tienen discusiones ¿no?

El caso es que no puedo dejar de pensar en eso. Una y otra vez… Todo lleva al mismo tema. Siento como se aleja. Lo siento lejos… Cuando somos nosotros los que estamos lejos de todo. Oigo un pequeño pitido saliendo de su móvil y me giro para ponerme nuevamente de cara al sol. Solo espero que cuando lleguemos a Madrid todo cambie.

¿Quién me iba a decir que yo tendría ganas de volver a casa? Volver a casa, a mi ciudad, a mi casa, a mi cama, a mis padres, a él… Mañana, mañana. Le miro y observo como desliza los dedos por el móvil. Por favor, por favor, que todo cambie cuando lleguemos a Madrid.

-¿Qué pasa? –dijo mirándome de reojo.

-Nada ¿qué va a pasar? –dije en tono sarcástico, devolviendo la mirada al mar.

-Cristina, no empieces otra vez –fijando la mirada en mi.

-No, “Daniel” no empieces tú –y señale su móvil.

-Es trabajo, ya lo sabes…-le mire con mala cara y me cruce de brazos- No puedo irme sin más y dejarlo todo.

-No puedes, y lo entiendo –dije comenzando a gesticular mientras él me miraba con cara de “no te lo crees ni tú- no, en serio, Dani, lo entiendo. Es un nuevo proyecto, te hace ilusión, hay muchas cosas que preparar… Y si todo sale bien, por fin se cumplirá tu sueño. Pero ¿y yo? ¿dónde encajo yo en todo esto? ¿qué haces aquí conmigo cuando tienes la cabeza en cualquier lado menos en mi? Me cuesta, me cuesta, pero puedo llegar a entender que de vez en cuando eches una miradita al móvil –suspire y comencé a jugar con los dedos de mis manos-. No sé como a cambiado todo tanto…

-Cris, no, por favor, otra vez no… -dijo acercándose a mi y acariciándome la cara- no quiero discutir.

-No estamos discutiendo…-y volví a fijar la mirada en mis manos.

-Bueno, eso es verdad, creo que discutes tú sola –sonrió y me alzo la cabeza suavemente- la verdad es que hace tiempo que me estoy pensado lo de llevarte a un psiquiátrico, vas de mal en peor. En cualquier momento empezaras a discutir con las paredes.

-Eres imbecil –dije sonriendo y dándole un pequeño golpe en el brazo- yo no discuto con paredes. Solo discuto con imbeciles que pasan de sus novias estando de vacaciones.

-Bueno, seguro que esos imbeciles no tienen una novia como tú –colocándome el pelo detrás de la oreja- creo que es prácticamente imposible pasar de ti. Eres como una niña pequeña, hay que estar pendiente de ti todo el tiempo, si no, te puedes perder o hacerte daño. Eres un pequeño desastre.

-Tú eres peor que yo –cruzándome de brazos pero sonriendo-. Yo me pierdo con GPS´s a los que se les va la cabeza por otras ciudades, tú eres capaz de perderte por tu ciudad y dar vueltas durante dos horas.

- ¡Oye! Eso solo me ha pasado una vez… -dijo haciéndose el ofendido.

-Bueno, yo solo me he perdido una vez también –dije acercándome y acariciándole la mejilla.

-Entonces estamos en paz –sonrío y se acerco más a mi- somos los dos igual de desastres…

-Quizás por eso hacemos tan buena pareja –sonreí y entrelace las manos alrededor de su cuello.

Me pegue más a su cuerpo. Necesitaba tenerlo cerca, sentirlo cerca. Rozo sus labios los míos… y entonces ¡plaf! Otra vez. Otra vez el jodido móvil.

-Es Flipy… -dijo mirando a la pantalla y después a mi.

-Ya veo –dije apartándome.

-Tengo que cogerlo –suspire y él arrugo la frente.

-Lo sé, lo sé, cojéelo –y comencé a levantarme- yo voy a darme un chapuzón.

Volví agacharme para dejar un pequeño beso en su mejilla. Él sonrío mientras escuchaba lo que le decían al otro lado del teléfono. Comencé andar hacia la orilla mientras repasaba mentalmente toda nuestra conversación. Echo de menos lo fácil que eran antes las cosas… Los entendíamos sin hablar. Ahora por más que hablamos, no nos terminamos de entender.

Fije la mirada en el agua. ¿Ya esta? ¿Esto significa que el final se acerca? ¿Qué ya no hay más? Yo no quiero perderle… Sentí unos brazos rodeando mi cintura y pegándose a mi espalda. Sonreí. No puedo perderle.

-¿Sabes? Me acabo de dar cuenta de que aquí no nos conoce nadie… -y comenzó a deslizar sus labios por mi cuello.

-¿Y? –dije sonriendo y dándome la vuelta para quedar frente a frente.

-Pues que podemos a hacer lo que queremos… -dijo dándome un pequeño mordico en el cuello-. Por ejemplo, si quiero abrazarte, te abrazo –pegándome más a su cuerpo- si quiero acariciarte, te acaricio –acariciándome la cara- si quiero besarte esa naricita tan chiquitina, lo hago –besándome la nariz- y mi parte favorita -sonriendo mientras acariciaba mi mejilla- si te quiero besar… -mirándome a los ojos- te beso.

Rozo sus labios lentamente con los míos. Yo entrelace mis manos alrededor de su cuello y me pegue a él. Sus labios chocaban suavemente con los míos y apenas pude reprimir las ganas de sonreír. Había vuelto a casa, a él y podía decir sin ninguna duda, que era mi lugar favorito en todo el mundo.”