viernes, 18 de enero de 2013



Lo peor de los recuerdos
es que a veces pueden, literalmente, perforarte el alma.

Capitulo setenta y tres (segunda parte):
“Me pongo las gafas de sol y comienzo a jugar con la arena que hay bajo mis pies. Giro la cabeza y sonrío al ver como deja el bañe su cuerpo con los ojos cerrados. Descansado, por fin. Desde que llegamos apenas a dejado de trabajar. Suspiro y me giro para acariciarle el pelo. El sonríe pero no se mueve.

Me pregunto si estará pensando en el trabajo. Últimamente ese tema solo lleva a discusiones. Discusiones y más discusiones… Menudas vacaciones. Observo su pecho subir y bajar rítmicamente y casi por inercia coloco la mano sobre él. Bueno, supongo que todas las parejas tienen discusiones ¿no?

El caso es que no puedo dejar de pensar en eso. Una y otra vez… Todo lleva al mismo tema. Siento como se aleja. Lo siento lejos… Cuando somos nosotros los que estamos lejos de todo. Oigo un pequeño pitido saliendo de su móvil y me giro para ponerme nuevamente de cara al sol. Solo espero que cuando lleguemos a Madrid todo cambie.

¿Quién me iba a decir que yo tendría ganas de volver a casa? Volver a casa, a mi ciudad, a mi casa, a mi cama, a mis padres, a él… Mañana, mañana. Le miro y observo como desliza los dedos por el móvil. Por favor, por favor, que todo cambie cuando lleguemos a Madrid.

-¿Qué pasa? –dijo mirándome de reojo.

-Nada ¿qué va a pasar? –dije en tono sarcástico, devolviendo la mirada al mar.

-Cristina, no empieces otra vez –fijando la mirada en mi.

-No, “Daniel” no empieces tú –y señale su móvil.

-Es trabajo, ya lo sabes…-le mire con mala cara y me cruce de brazos- No puedo irme sin más y dejarlo todo.

-No puedes, y lo entiendo –dije comenzando a gesticular mientras él me miraba con cara de “no te lo crees ni tú- no, en serio, Dani, lo entiendo. Es un nuevo proyecto, te hace ilusión, hay muchas cosas que preparar… Y si todo sale bien, por fin se cumplirá tu sueño. Pero ¿y yo? ¿dónde encajo yo en todo esto? ¿qué haces aquí conmigo cuando tienes la cabeza en cualquier lado menos en mi? Me cuesta, me cuesta, pero puedo llegar a entender que de vez en cuando eches una miradita al móvil –suspire y comencé a jugar con los dedos de mis manos-. No sé como a cambiado todo tanto…

-Cris, no, por favor, otra vez no… -dijo acercándose a mi y acariciándome la cara- no quiero discutir.

-No estamos discutiendo…-y volví a fijar la mirada en mis manos.

-Bueno, eso es verdad, creo que discutes tú sola –sonrió y me alzo la cabeza suavemente- la verdad es que hace tiempo que me estoy pensado lo de llevarte a un psiquiátrico, vas de mal en peor. En cualquier momento empezaras a discutir con las paredes.

-Eres imbecil –dije sonriendo y dándole un pequeño golpe en el brazo- yo no discuto con paredes. Solo discuto con imbeciles que pasan de sus novias estando de vacaciones.

-Bueno, seguro que esos imbeciles no tienen una novia como tú –colocándome el pelo detrás de la oreja- creo que es prácticamente imposible pasar de ti. Eres como una niña pequeña, hay que estar pendiente de ti todo el tiempo, si no, te puedes perder o hacerte daño. Eres un pequeño desastre.

-Tú eres peor que yo –cruzándome de brazos pero sonriendo-. Yo me pierdo con GPS´s a los que se les va la cabeza por otras ciudades, tú eres capaz de perderte por tu ciudad y dar vueltas durante dos horas.

- ¡Oye! Eso solo me ha pasado una vez… -dijo haciéndose el ofendido.

-Bueno, yo solo me he perdido una vez también –dije acercándome y acariciándole la mejilla.

-Entonces estamos en paz –sonrío y se acerco más a mi- somos los dos igual de desastres…

-Quizás por eso hacemos tan buena pareja –sonreí y entrelace las manos alrededor de su cuello.

Me pegue más a su cuerpo. Necesitaba tenerlo cerca, sentirlo cerca. Rozo sus labios los míos… y entonces ¡plaf! Otra vez. Otra vez el jodido móvil.

-Es Flipy… -dijo mirando a la pantalla y después a mi.

-Ya veo –dije apartándome.

-Tengo que cogerlo –suspire y él arrugo la frente.

-Lo sé, lo sé, cojéelo –y comencé a levantarme- yo voy a darme un chapuzón.

Volví agacharme para dejar un pequeño beso en su mejilla. Él sonrío mientras escuchaba lo que le decían al otro lado del teléfono. Comencé andar hacia la orilla mientras repasaba mentalmente toda nuestra conversación. Echo de menos lo fácil que eran antes las cosas… Los entendíamos sin hablar. Ahora por más que hablamos, no nos terminamos de entender.

Fije la mirada en el agua. ¿Ya esta? ¿Esto significa que el final se acerca? ¿Qué ya no hay más? Yo no quiero perderle… Sentí unos brazos rodeando mi cintura y pegándose a mi espalda. Sonreí. No puedo perderle.

-¿Sabes? Me acabo de dar cuenta de que aquí no nos conoce nadie… -y comenzó a deslizar sus labios por mi cuello.

-¿Y? –dije sonriendo y dándome la vuelta para quedar frente a frente.

-Pues que podemos a hacer lo que queremos… -dijo dándome un pequeño mordico en el cuello-. Por ejemplo, si quiero abrazarte, te abrazo –pegándome más a su cuerpo- si quiero acariciarte, te acaricio –acariciándome la cara- si quiero besarte esa naricita tan chiquitina, lo hago –besándome la nariz- y mi parte favorita -sonriendo mientras acariciaba mi mejilla- si te quiero besar… -mirándome a los ojos- te beso.

Rozo sus labios lentamente con los míos. Yo entrelace mis manos alrededor de su cuello y me pegue a él. Sus labios chocaban suavemente con los míos y apenas pude reprimir las ganas de sonreír. Había vuelto a casa, a él y podía decir sin ninguna duda, que era mi lugar favorito en todo el mundo.”

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