sábado, 27 de abril de 2013


DIRECTO.

Capitulo ochenta:
Es raro, porque todo el mundo habla de principios, de nacimientos, de bodas, de etapas, pero nadie habla de finales, divorcios, soledad, muerte… He pasado la mitad de mi vida pensando que lo que más importaba eran los finales, asimilando que daba igual lo duro que fuese el camino con tal de conseguir algún día  la ansiada recompensa, mi final feliz. E analizando momentos, recuerdos, instantes, tratando de buscar mil finales diferentes para una sola historia. Ninguno me ha parecido bueno… Y aquí estoy, sin un final.

Me levanto de golpe, abro los ojos e involuntariamente me llevo la mano al pecho. Me cuesta respirar, y noto las lagrimas caer por mis ojos. No entiendo nada, estoy fuera de lugar, de tiempo. Comienzo a pensar, asimilar mi sueño. Eso es, todo a sido un sueño. Un mal sueño…

No, no solo ha sido eso. Me levanto y abro el armario con fuerza. Hoy no hay tiempo de elegir la camisa, los pantalones,  los zapatos… Hoy todo tiene otro ritmo. Me visto y dejo caer el pijama al suelo. Me dirijo corriendo al baño, me miro, suspiro, y me apenas me paso las manos por el pelo antes de salir corriendo a ponerme los zapatos.
Me ato los cordones con fuerza, intentando darle agilidad al asunto. Agarro las llaves del coche y meto las mías en un bolsillo de mi chaqueta. Cierro la puerta, y comienzo a correr escaleras abajo, hoy no hay tiempo de echar la llave.

Subo al coche, suspiro con fuerza, me detengo a pensar. Esto es una locura. Meto la llave en la ranura y me dejo llevar.

Desde que supe que esta historia no iba a tener un final feliz he buscado mil maneras de aliviar mi dolor. De buscar otro resultado, otras posibilidades, convertir mi menos, en mi más. Pero nada es suficiente, nada valía. Entonces decidí aliviar mi dolor con principio… Los principios siempre son bonitos ¿no?

¿Qué hay de malo en un principio? ¿Qué hay de triste en un principio? Me aferre la primera mirada, a la primera sonrisa, al primer abrazo, al primer beso… Supongo que por eso os he contado esta historia. Necesitaba convencerme a mismo, de que nada de lo pase de ahora en adelante tiene importancia, que lo importaba pasó ya hace mucho tiempo. Pero eso tampoco aliviaba mi dolor, nada lo calma, parece invencible.

¿De qué sirve tener el mejor de los principios, si no lo puedo escribir en mi futuro? En el momento en el que algo acaba, pasa a ser un capítulo más, una historia más…. Yo nunca he querido eso y por eso me cuesta tanto conformarme con este final, y sobre todo, con este principio.

Esto no es una historia más. NO. Me niego. Esta es mi historia, y se merece otro final.
Aprieto el acelerador, subo la intensidad del momento. Quiero llegar ya, necesito que todo acabe o que todo empiece. El semáforo se pone rojo, y me obliga a parar. Mi corazón late con fuerza, todo mi mundo viaja a alta velocidad.

Semáforo en verde, mi pie se paga con fuerza al pedal. No paro de mover la cabeza, de observar las calles sin ni si quiera mirarlas. Por fin llego y aparco el coche como medianamente puedo. Es de día y la gente no para de caminar enloquecida de un sitio para el otro pero yo sé perfectamente donde esta mi camino. Me abren la puerta, me sonríen, yo apenas alzo la cabeza.

Entro a la pecera y siento como todas las miradas se clavan sobre mí. Todas, menos la suya. La observo detenidamente y suspiro. Sonrío, y por fin lo comprendo.

Tal vez lo que importe no sean los finales ni los principios. Tal vez lo que importe es esto. Esto. Esto que no es nada, pero para mí es todo. Ella. Sus tonterías, sus idioteces, su historia, mi historia, nuestra historia.

Ella se gira y sonríe, pero no a mí, ni si quiere se da cuenta de mi presencia en la sala. Yo me muerdo el labio y cruzo los brazos clavando mi mirada en sus ojos.

No se trata de momentos ni de recuerdos. No se trata de “ese día en el que todo cambio” o “ese día en el que todo termino”. Nada es lo que era, y tampoco me importa.

Sus ojos chocan con los míos y puedo ver en su cara la incertidumbre. Yo sonrío, y alza mi mano en forma de saludo.

Ya no me sirven los “tal vez”, ni los “ojala”. No entiendo esto cambio, no entiendo que hago aquí, ni como todo a podio dar este giro inesperado.

De repente la luz  de “en el aire”  va descendiendo su tono, se apaga. Ponen una canción y ella entra en la pecera. Se acerca y noto como mi corazón vuelve a latir con fuerza.
No importan los principios, y sobran los finales. Aquí y ahora. Ahora o nunca. Nunca y siempre…

-¿Qué haces aquí? –dice mientra esconde una mano en el bolsillo de su pantalón.

-Necesitaba verte –digo buscando sus ojos.

-¿A pasado algo? ¿Te encuentras bien? –dice acariciando mi mejilla- estas muy rojo.

-Es que he venido corriendo –suelto en un suspiro.

-¿Y se puede saber que es tan importante como para qué tú corras? –y una sonrisa picara se dibuja en su cara.

-Nada… -digo sonriendo- absolutamente nada.

Sus ojos se posan en los míos, y todo vuelve a la calma. Mi pulso vuelve a su ritmo normal y mis brazos se dejan caer.

No se trata de vivir el momento, ni de disfrutar las pequeñas cosas… Se trata de QUERER el momento y ADORAR las pequeñas cosas. Se trata de amor la trama, mucho más que el desenlace.

-Estás loco, lo sabes ¿verdad? –dice mientras acaricia mi pelo.

-Lo sé –contesto con una sonrisa.

De repente comienza a gritar su nombre. Ella deja un beso en mi mejilla y vuelve a reincorporarse en su silla. Comienza la vuelta atrás…

Noto como todo cobra un nuevo sentido, como la historia se vuelve a repetir una y otra vez. Siento mil momentos en un solo instante, vuelvo los recuerdos un ‘ahora’.

Ella levanta la mirada del guión, sonríe, y me guiña un ojo, mientras de fondo se escucha “3…2…1…Directo”.

Una, y mil veces más… Directo.
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¿FIN… O CONTINUARÁ?
¿Queda algo por decir aparte de gracias? Sí. Gracias una y mil veces más. Gracias a todas.
Gracias a esas personas que se han molestado en leerme, y a esas que hicieron el esfuerzo de intentarlo. Gracias por cada palabra de apoyo y por animarme a seguir con esta pequeña locura que se acabo volviendo una parte muy importante de mi vida. Gracias a todas y cada de vosotras por ser mi “directo”.

Pero sobre todo gracias a ti, Pau. Por ser mi amiga, mi editora, mi campanilla y mi inspiración. Gracias por ser mi magia. Te he dicho un millón de veces que esta historia es de las dos. Yo la escribo, pero tú me das la magia suficiente para plasmarla en el papel. Gracias por nunca darte por vencida y no dejar que yo lo haga nunca. Gracias por seguir creyendo en los infinitos aun cuando todos perdieron la fe, gracias por seguir dándome motivos para creer día a día. Gracias por seguir creyendo en el destino. Gracias por ser mi pacto azul.

Sé que os preguntareis que porqué este final, porqué no una boca y cien mil hijos después con su respectivo “fueron felices para siempre”. Simplemente me negaba a hacer algo así con Directo. Directo es realidad dentro de la magia, o al menos así es tal y como yo lo veo. Por eso lo dejo a vuestra elección. Vosotras decidís si esta historia tiene un final o sigue escribiéndose día a día por si sola.

Creo que escribir el final es una de las cosas que más me ha costado… Más que nada porque ahora llega el momento de la despedida y soy muy ñoña,  me gusta decir adiós.
Así que lo voy a decir rápido, intentando que no duela mucho.

Gracias. Gracias. Y gracias.  Prometo vivir siempre en directo.

Nada puede devolverme tu mirada.

Capitulo setenta y nueve:
Alargo el brazo para tocar su cuerpo, para pegarla a mí. No toco nada, está vacío y abro los ojos de inmediato. Estoy solo. Suspiro y vuelvo a cerrar los ojos mientras paso la mano por mi cara. Cojo el móvil y miro la hora, es demasiado temprano para ir grabar. Desbloqueo el móvil esperando tener algún mensaje suyo, nada. Ni whatsapp, ni twitter, nada.

Me levanto de la cama con cuidado, siento que la cabeza me va explotar. Comienzo a notar su olor, está en toda la habitación y poco a poco se va metiendo dentro de mí, dañándome, enredándose por mis tripas, impidiéndome respirar. Subo la mano hacia mi pecho intentando congelar el dolor. ¿Qué me pasa? Era yo el que quería terminar con todo esto.

Empiezo a vestirme con los ojos clavados en la cama. Apenas he dormido diez minutos ¿Cómo ha podido irse sin que me diera cuenta? Noto como el dolor de mi pecho se hace más agudo a la vez que una idea se cruza en mi cabeza: no se ha despedido. Ni un triste adiós. Ni si quiera eso. Sé que no merezco mucho, y mucho menos después de todos estos meses ¿pero ni si quiera un adiós?

Me miro en el espejo e intento colocarme el pelo. Me dirijo a la cocina, abro el frigorífico y lo vuelvo a cerrar al momento, no tengo hambre. Suspiro y me dirijo a la entrada para coger las llaves mientras guardo el móvil en el bolsillo no sin antes mirar por quinta vez si tengo algún mensaje suyo. Supongo que es lo mejor ¿podría soportar una despedida más?

Salgo de casa y más por inercia que por acto meditado, llevo mi mano al bolsillo donde está guardado el móvil. Entro en el ascensor y fijo la mirada en el botón de su piso. No, ya está. Se acabo. Se acabo todo. Es una tontería seguir luchando por algo que no tiene sentido. Aprieto el botón del portal pero sigo con la mirada fija en su número. No puedo evitarlo.

Empiezo a notar como para el ascensor, bajo la mirada y la clavo en el suelo mientras salgo por la puerta. Noto como mi corazón se para al pasar por delante del buzón ¿Y si…? Agarro las llaves, busco las del buzón, adentro la llave a toda prisa. Nada. Otra vez nada. Deslizo las manos por mi cara ¿pero qué estoy haciendo? Creo que me estoy volviendo loco. Suspiro y salgo a buscar el coche.

Llego a plato, noto como el tiempo empieza a correr, como se me escapa de las manos cada vez que vuelvo a mirar el móvil, como mi corazón se paraliza por momentos. Sin darme cuenta llega la noche pero no quiero irme a casa. Trato de parar el tiempo, doy mil vueltas con el coche antes de parar frente a mi portal, nuestro portal. Aparco, entro a toda prisa al portal, me meto en el ascensor y fijo la mirada en el suelo.
Me quedo inmóvil durante todo el trayecto, paralizado. Salgo del ascensor y abro lentamente la puerta de mi casa. Nada más entrar choco con su olor, con su recuerdo. Fijo la mirada en el suelo una vez más y camino hacia la habitación. Observo la cama desde lejos y comienzo a desvestirme. Quizás debería cambiar las sabanas…

Me pongo unos pantalones, me meto en la cama y aspiro el olor de la almohada, supongo que en el fondo soy un poco masoca. Cierro los ojos e intento no pensar en nada. Tengo sueño, tengo ganas de olvidarme de todo pero me es imposible parar de pensar. Casi al instante, vuelvo abrir los ojos y desbloqueo el móvil. Entonces, encuentro su nota… Sé que es suya, yo jamás apuntaría nada en el móvil. Mi corazón comienza a latir con rapidez mientras mis ojos mirar sin mirar. Empiezo a leer, siento que todo el peso del universo me cae encima, siento como se me sube la comida y la presión que hay en mi estomago se vuelve una tortura. Cierro los ojos con fuerza, intentando retener las lágrimas. Lucho con todas mis fuerzas para no pensar.

Ya esta, se acabo. ¿No quería una despedida? Pero así no, joder, así no. Suspiro y sacudo la cabeza con fuerza dejando que las lágrimas se apoderen de mi cara a la vez que su olor me arranca las entrañas. Fijo la mirada en la pared mientras las lagrimas siguen cayendo e intento dejar la mente en blanco. Cierro los ojos nuevamente e inteto traspórtame al mundo de los sueños. “Y ahora tengo más que seguro, que realmente no se puede más”. Basta, basta, basta, para ya. Siento como el dolor me impide respirar. Yo sé, que si se puede más.

Noto como todo mi cuerpo comienza a relajarse y por un momento creo que conseguiré dormirme sin pensar en ella. Y de repente aparece su imagen en mi cabeza… Se está riendo… Con esa risa de niña que tanto me gusta… Y lo manda todo a la pierda una vez más.
Suspiro adormilado y me cambio de posición. Vuelve aparecer, pero esta vez, vestida de novia, sonriendo de oreja a oreja…

“Se la ve venir desde lejos, sonríe, brilla. Yo la espero en la otra punta de la sala pero no sonrío, estoy serio. Ella no me mira, creo que ni si quiera me ha visto. Me giro y busco el punto donde ella tiene fija la mirada… Y entonces lo entiendo. No soy yo. Un hombre alto, la espera justo a mi lado. Él si sonríe, es más, por un momento pienso que se le van a romper los dientes de tanto sonreír.

Ella se acerca y su sonrisa se ensancha cuando él coge su mano. Aprieto los puños con fuerza, intentando frenar el impulso de abalanzarme sobre él.  Un hombre empieza hablar y yo aparto la mirada de ellos, comienzo analizar la habitación.

En la primera fila, los padres de Cris, ellos también sonríen ¿es que acaso no han visto la cara de gilipollas del tio que se va a casar con su hija? Suspiro y alzo la mirada para ver por encima de sus cabezas. A lo lejos veo a Mery, Moni, David, mi hermano y ¿Chuspy y Juanpe? ¿En serio?

De vuelvo mi mirada hacia ellos. Ese debería ser yo… Ese debería ser mi traje y debería ser yo el que soltase un montón de memeces sobre el amor. Nuestras memeces. De pronto siento ganas de gritar, intento con todas mis fuerzas acercarme a ella, frenar esta locura pero algo me lo impide, no puedo acercarme a ella, no puedo moverme. Intento gripar pero no me sale la voz.

Entonces ella sonríe, se acerca él, y le besa…. Y yo sigo paralizado, apenas puedo respirar. Noto como las lagrimas empiezan a correr por mis ojos. Poco a poco me voy alejando de las escena hasta llegar a una habitación blanca… Nada, no hay nada.

Porque eso es lo que soy, eso es en lo que me he convertido, nada.”

domingo, 14 de abril de 2013


Me miras y te vas...
Tan lejos, que me olvidaras.

Capitulo setenta y ocho:

Él me mira fijamente. No dice nada, pero no aparta la mirada de mi. Alzo las cejas, mi cabreo es cada vez más notable.

-Odio que saques tus propias conclusiones… -levantándose- pero ¿sabes qué? Piensa lo que quieras, total, lo vas a hacer de todas formas –sus ojos han pasado de estar llenos de lagrimas, a llenos de furia.

-Quizás, dejas que piense lo que quiero porque sabes que tengo razón ¿no? –me acerco y casi puedo sentir como se paran sus latidos.

-Quizás, dejo que pienses lo que quieras porque eres una niñata y sé muy bien que vas a pensar lo que te de la gana –se acerca más a mi y esta vez es él el que cruza los brazos.

-Quizás, dejas que piense lo que quiero porque eres imbécil y prefieres darlo todo por zanjado a tener que luchar un poco más –me acerco más a él y vuelvo a clavar la mirada en sus ojos.

-Quizás, ya este cansado de luchar por algo que no vale la pena –deja caer los brazos y desvía la mirada hacia mi boca.

-¿Estas seguro de qué no vale la pena? –sonrío y me pego a su cuerpo.

-Lo único de lo que estoy seguro es que eres una niñata –dice sin apartar la mirada de mi boca.

-Entonces, vamos bien, porque de lo único que yo estoy segura es de que eres gilipollas –acerco mis labios a los suyos, siento su respiración.

-Caprichosa –roza mis labios, apoyo mis manos en su pecho y le doy un pequeño empujón.
-Eres una pesadi…

No puedo terminar, su boca me interrumpe, se apodera de la mía con fuerza. Una de sus manos se desplaza a mi nuca mientras la otra agarra mi cintura y me pega más a él. Alzo las manos y las subo hacia su pelo, mis latidos se descontrolan. Sus manos van recorriendo mi cuerpo lentamente mientras deslizo mis dientes por su labio. Suelta un pequeño gemido antes de bajar sus besos hacia mi cuello.
Sonrío pero la sonrisa termina por convertirse en un pequeño quejido cuando desliza sus dientes por mi cuello. Sus manos se adentran en mi camiseta y comienzan acariciar mi espalda. Suspiro y bajo las manos hacia su camiseta, él se aparta y puedo ver el principio de una sonrisa en sus labios cuando me ayuda a quitarsela.

Tira la camiseta al suelo y echo un rapido vistazo a su cuerpo, ha cambiado mucho. Vuelvo a subir la mirada hacia su cara y me apodero de sus labios, los hago mios una vez más. Sus besos no han cambiado, sus manos recorren mi cuerpo como lo hacian meses atrás, su olor, su sabor, todo sigue igual y por un momento siento como si estos meses solo hubieran sido una triste pesadilla.
Comienza andar mientras sus labios aun siguen pegados a los mios, yo camino de espalda y ni si quiera vacilo a la hora de dar los pasos, me conozco esta casa de memoria.

Sus se deslizan hacia el final de mi espalda y yo comprendo al instante lo que quiere hacer. Entrelazo las manos alrededor de su cuello y doy un pequeño salto para acabar con las piernas enredadas en su cintura mientras él sigue camina y devorando mis labios.

De pronto me entran unas ganas inmensas de reir. Él vuelve a bajar sus labios a mi cuello y me pego aun más a él. Deja de caminar y se reincorpora, me vuelve a mirar a los ojos. Se que es una pregunta implícita, pero no tengo ganas de contestar, no quiero pensar.

Me bajo de su cintura y deslizo las manos por mi camiseta para desprenderme de ella. Él sonrie, vuelve a deslizar los labios por mi cuello y va bajando hacia mi pecho con un rio de besos. Comienzo a caminar de nuevo, entrando en ese habitación que ya me conozco de memoria. Bajo la mirada hacia sus pantalones y comienzo a tirar de ellos.

Desliza las manos hacia el cierre de mi pantalón y me ayuda a desprenderle de los suyos. Nuestra respiración se vuelven loca, se aceleran, se descontrolan. Me quito los zapatos con los pies y hago que mis pantalones toquen el suelo mientras mi boca vuelve a ir en busca de la suya.
Acaricia mi espalda y desabrocha el sujetador, me aparto y me deshago de él. Me mira fijante y recorre mi cuerpo con su mirada. Doy un pequeño paso hacia atrás y choco con la pared. Él sonríe y desliza sus manos hacia mi cintura para pegarme más a él. Mis labios recorren su cuello, haciendo que se acelere aun más su respiración mientras mis manos se bajan entre sus piernas.

Sus manos terminan de recorrer mi cintura hasta llegar al filo de mi ropa interior. Una vez que esta toca el suelo él se aparta y vuelve a mirarme. Me pego a él una vez más y tiro de sus calzoncillos hasta que estos llegan al suelo. Suspira y se apodera de mi boca de nuevo, pero esta vez más despacio, con más calma. Le muerdo el labio y deslizo las manos por su espalda. No puedo parar, no puedo ir despacio, no quiero pensar, ahora no.

Apenas cinco pasos atrás y ya toco el filo de la cama con la pierna. Me dejo caer y él cae encima mio. Nuestra bocas no se separan, no se despegan. Comienzo acariciar su espalda y cierro los ojos cuando sus labios descienden hasta mi pecho. Suelto un pequeño gemido y alzo la cadera por instinto mientras sus manos bajaban por mi tripa. Se separa y me mira, sonrío y vuelvo apoderarme de sus labios. Poquito a poco va a entrando dentro de mi, clavo las uñas en su espalda y solo hacer falta un pequeño gemido para que empecemos con nuestro ritmo frenético.

Mis manos se vuelven locas, se acomodan al compás de mis latidos totalmente descontrolados, recorren todo su cuerpo, lo memorizan una vez más. Cierro los ojos, saboreo el contacto de su piel sobre la mía, su aliento sobre mi cuello, el contacto de sus manos con mi piel... Esa piel que ya prácticamente es más suya que mía.

Pierdo la noción del tiempo, del espacio, vivo el momento, subo al cielo y solo vuelvo a bajar a la tierra una vez que ya estoy recostada sobre su pecho, intentado estabilizar mi respiración. No abro los ojos, ni si quiera quiero abrirlos, no me hace falta. Dejo pasar el tiempo y acaricio su pecho repasando todo lo sucedido. No hablamos, simplemente dejamos que el silencio hable por nosotros.
De repente siento un vacío, algo que me empuja directamente a un dolor agudo. Recuerdos sus palabras, me abrasan. Levanto la cabeza, y hago un esfuerzo sobrehumano para abrir los ojos. Me encuentro con sus ojos cerrados, su respiración calmada y su cuerpo relajado, sé que esta dormido.
Entonces, parece que todo cobra un nuevo sentido. Quizás realmente no merezca la pena seguir luchando por algo que ya esta muerto. ¿Qué va ha pasar ahora? ¿Se despertara, me besara y todo volverá a ser como antes? Suspiro. Sé muy bien que no va a ser así. Se despertará y me repetirá una vez que esto ya esta acabado. Siento que las nauseas vuelven a mi. No, no podría soportar eso otra vez.

Me levanto con cuidado, despacio, para no despertarle. Echo un pequeño vistazo a la habitación, memorizando cada rincón. Observo su móvil en la mesilla de noche, alargo la mano y marco su código casi por inercia. No miro nada, me dirijo directamente a "notas" y mis comienza a moverse solos.
“Tal vez tenías razón y no merezca la pena seguir luchando por algo que nunca saldrá bien. Gracias por esta ultima vez... Gracias por todo lo vivido, por París, por los infinitos, por enseñarme a querer hasta limites insospechados. Es la hora de dejarlo marchar, es el momento de olvidar. Espero que cuando todo esto pase, cuando todo haya acabado por fin, recuerdes que tienes aquí a una amiga, a tu niñata, que siempre te va ha querer. Te quiero, infinito elevado al infinito... Y ahora tengo más que seguro, que realmente no se puede más.”

Dejo el móvil al lado suyo, sin parar ni si quiera a mirarle. Sé que si lo miro, este vacío me impedirá respirar y no podré moverme. Limpio las lagrimas en mis ojos, recojo la ropa y me dirijo al salón a vestirme.

Una vez en la entrada, siento como empiezan a fallarme las piernas, me tiembla todo el cuerpo. Echo un ultimo vistazo a estar casa... A la que me ha visto ser feliz durante todo un año y dejó que las lagrimas inunden mi cara. Abro la puerta y cuando salgo por ella y por fin vuelvo a cerrarla siento como si me doliese cada milímetro de mi piel.

Todo ha acabado, de una vez y para siempre... Y nunca en mi vida, me había dolido tantísimo un final.

“Te dejo a deber tres mil cosquillas
que se fueron por la planta del pie.

Capitulo setenta y siete:

Nueve de la mañana. Miro el despertador y aparto lentamente la sabana de mi cuerpo. Tengo sueño, apenas he dormido nada pero necesito salir de esta habitación. Agarro el móvil y vuelvo a leer por quinta vez su mensaje:

“Yo hoy grabo a las diez y media, si quieres puedes venir a mi casa a desayunar y hablamos. Creo que ya es hora de que nos digamos la cosas claras… esto no puede seguir así.”

Me levanto de la cama y me dirijo hacia el armario. Lo abro y suspiro ¿qué te pones el día en el que decides hacer tu mundo pedazos? Cojo la primera camiseta que encuentro y la dejo que encima de la cama junto con unos pantalones vaqueros. Hoy es el día de no pensar en nada.

Cojo la ropa interior y voy hacia el baño con calma, la verdad es que tengo de todo menos prisa. Me miro en el espejo y noto como el nudo que habita en mis estomago se vuelve un agujero negro. Abro el grifo la ducha y pongo la música a la máxima potencia. Comienzo a desprenderme de la ropa y me propongo a mi misma no pensar en nada durante al menos los quince minutos que pase en la ducha.

Por un momento creo que lo consigo, pero la realidad me vuelve a golpear, aunque bueno, no estoy segura de que se haya ido nunca. De repente vuelvo a sentir ese fuerte dolor en el pecho, ese que me impide respirar, ese que me acompaña tanto últimamente que ya casi forma parte de mi. Noto las lagrimas recorrer mis mejillas y niego con la cabeza, me niego a ser de ese tipo de mujeres que llora en la ducha como si de una telenovela se tratase.

Salgo de la ducha, me envuelvo con la toalla y vuelvo analizar mi cara en el espejo. Bueno, por lo menos ahora tengo un poco más de color. Comienzo a secarme el pelo y sonrío una milésima de segundo al darme cuenta de que estaba cantando la canción a pleno pulmón (última versión de ti). La sonrisa desaparece cuando vuelvo a caer en la cuenta de lo que significa esa canción.

Me visto y una vez más, vuelvo analizar mi cara en el espejo. ¿Me maquillo? Suspiro y miro fijamente mis ojeras. ¿A quien pretendo engañar? Sé que voy acabar llorando. Me pongo las zapatillas y salgo de casa. Me aseguro varias veces de que la puerta esta bien cerrada, quizás más de la cuenta, y echo la llave. Subo las escaleras muy despacio, no estoy segura de si no quiero subir o si, realmente, siento un dolor físico que me lo impide.

Llamo al timbre y siento como mi corazón deja de latir. Me quedo quieta, me paralizo. La puerta se abre, y ahí esta él… pero ni rastro de su sonrisa.

-Hola –dice apoyando la cabeza en la puerta.

-Hola –digo desviando mi mirada dentro de la casa.

-Pasa…-apartándose y dejándome pasar.

-Gracias –en un susurro mientras me dirijo hacia el comedor.

-Siéntate… ¿Quieres algo de comer? –dice tiernamente y noto como las lagrimas vuelven a inundar mis ojos.

-No, dudo mucho que me vaya a sentar bien nada de lo que tome en este momento… -me siento y clavo mis ojos en él.

-Mira Cris, yo no entiendo lo que ha pasado estos últimos meses… ha sido todo tan raro –acercándose y sentándose a mi lado en el sofá-. Un día estábamos en los Ángeles y enamorados y al otro estábamos rompiendo. Fue todo tan rápido que apenas me di cuenta de que era real hasta que ya fue muy tarde. Las discusiones, las peleas, el estar lejos… la verdad es que a mi me parecían tonterías, yo te seguía queriendo y para mi eso era lo importante. Entonces un día llegaste y me dijiste que para ti todo se había acabado… si te soy sincero, ni me lo creí. Estaba convencido de que todo se quedaría en una simple pelea que se nos había ido de las manos, me fui a León pensando que antes de que volviese las cosas habrían vuelto a su cauce. Espere una llamada, un mensaje… algo que me hiciese pensar que esto no había terminado. Si un día no llamabas, yo me convencía a mi mismo que quizás seria al siguiente, que igual necesitabas más tiempo para pensar, para darte cuenta de que todo lo que nos queríamos valía más que una mala temporada. Pero no llamaste, ni si quiera un mensaje… nada. Me cabree, me cabree muchísimo, no entendía nada. Después me escribiste, me empezaste a hablar y dijiste que querías que fuésemos amigos, joder Cris ¿cuándo cojones hemos sido tú y yo amigos? ¿Crees que un mes y medio después de cortar me planteo remotamente el hecho de ser tu amigo? –suspira y comienza alborotarse el pelo con la mano-. Pensé que quizás querías volver a intentarlo, pero estaba demasiado cabreado como para plantearme el hecho de porqué te habías acercado a mí. Casi sin darme cuenta estábamos intentando ser amigos, y lo peor de todo, lo peor, era que todos los días me llegaban rumores de que ya te habías liados con otros tíos y yo no podría preguntarte. No podía porque éramos amigos y porque sí, soy consciente de que en parte la culpa de que rompiéramos también fue mía. No parábamos de tontear y era un sí y no continuo, quería y a la vez no quería. Yo admito que esta situación en parte también es culpa mía. Durante estos meses lo único que sentía era rabia. Rabia por ti, por mi, por todo. Es que, joder ¿cómo pudiste mandarlo todo a la mierda de esa manera?  Pero tanto enero, como febrero y marzo han sido diferentes… Las cosas poquito a poco empezaban a encajar en mi cabeza, no paraba de enviarte señales, de intentar hacerte ver que quería estar contigo. A veces parecía que recibías las indirectas de buenas maneras y otras, que las ignorabas totalmente. Me insistías en que me decidiera, o dentro, o fuera y quería entrar, te lo juro pero simplemente no podía. No sé si era miedo de que  pasara todo de nuevo otra vez o que me seguía jodiendo que lo mandaras todo a la mierda, pero me cansé. Me cansé de esperarte, de los sís y los nos, me canse de todo. Tú los has dicho un millón de veces ¿con que esperanza vamos a empezar de nuevo si ni si quiera aguantamos un año juntos? Para mi es el momento de darlo todo por zanjado. Tú tienes que seguir con tu vida, y yo tengo que seguir con la mía.

Miro fijamente a mis manos entrelazadas. El dolor que siento en el pecho casi me impide respirar. Cierro los ojos con fuerza intentando que las lágrimas no salgan de ellos a borbotones. Cierro as manos en un puño y no tardo en abrirlas para pasarlas por mi pelo. Siento como si la cabeza me duele a explotar. Levanto la cabeza y me encuentro con lo que he estado evitando todo este tiempo: sus ojos, sus ojos llenos de lágrimas retenidas. De repente siento como la rabia invade todo mi cuerpo.

-Tienes razón –levantándome y cruzándome de brazos- se acabó todo. Pero estas muy equivocado si piensas que fue por mi culpa mía. No fui yo la que me tiré meses pasando de ti por un programa, no fui yo la que te pedía paciencia cuando lo único que necesitabas era que estuviera contigo. Me equivoqué al dejarte y lo admito, tendría que haber hablado las cosas, haber tenido un poco más de paciencia. Yo también esperaba que llamases ¿Sabes? Después de todo lo que te dije ni si quiera te dignaste a llamarme. Nada. ¿Sabes lo que me hace pensar todo esto? Que no me quieres. O, que al menos no lo suficiente como para echarle los cojones de luchar por mi.

Clavo a mirada en sus ojos y no la aparté de ellos ni un instante. Buscaba una respuesta, una que lo diese todo por zanjado o que hiciese que volviese a empezar, pero quiero más. No me conformo con esto.

sábado, 13 de abril de 2013


Te has ido lejos... Como si eso me hiciese buscarte menos.

Capitulo setenta y seis:

“Abro la puerta e inspiro el olor a hogar. Dejo las llaves en la entrada y me dirijo a la habitación para dejar la maleta. Nada más entrar a la habitación suspiro y me tumbo en la cama. Cierro los ojos y dejo que mi cuerpo se relaje. Ha sido un viaje agotador pero no consigo dormir. Doy un pequeño giro y me pongo boca abajo, en mi posición, en esa con la que me es imposible no dormirme. Coloco el brazo bajo la almohada y vuelvo a cerrar los ojos. Me pesa todo el cuerpo.
Nada, es imposible, no consigo relajarme. Abro los ojos y miro fijamente la maleta. Por un momento tengo la tentación de levantarme y comenzar a deshacerla pero inmediatamente vuelvo a cerrar los ojos. No tengo ganas de nada. Sólo quiero dormir. De repente el sonido del timbre interrumpe mis pensamientos, me levanto de mala gana y casi grito al chocarme con la maleta. Es oficial, odio los viajes tan largos.
Me dirijo hacía la puerta repasando mentalmente si he podido dejarme algo en el taxis. Ni si quiera me molesto en mirar por la mirilla, abro la puerta. No me da tiempo a reaccionar, apenas abro la puerta unos brazos me rodean la cintura y me pegan a su cuerpo. Sonreí, lo abrace con fuerza e inspire su olor.
-¿Qué haces aquí? -dije sin poder borrar la sonrisa de mi boca mientras me separaba de él.
-Te echaba de menos -dijo apartandome el pelo, sin parar de sonreír.
-¿Si? -un poco más seria mientras cerraba la puerta-. No lo parecía...
-Cris... No empecemos, por favor -acercándome a él y acariciando mi cara-. Te he echado de menos, mucho. Y seguro que mucho más de lo que piensas...
-Ya, y por eso te vas mañana a León ¿no? -me cruzo de brazos y me aparto de él.
-Ya sabes que tengo cosas que hacer... -suspirando y comenzando a caminar hacía el salón.
-¿Y no esas cosas no pueden esperar un poco más? -observándolo, sin apartar la vista de él.
-Chiqui... No discutamos, por favor -sentándose y sentándose encima suyo-. Acabas de volver después de pasar unos días alejada de mi, yo mañana me voy... ¿No deberíamos aprovechar para darnos mimitos en vez de discutir ? -dijo colocando su mano bajo mi barbilla y atrayendo mi boca hacía la suya.
-No, no deberíamos -quitando su mano de mi barbilla antes de llegar a besarnos. No tendríamos porque volver a separarnos tan pronto si tú te esperases un par de días más para ir a León, asíque sí, discutamos.
-No, si eso ya lo hacemos. Es más, yo diría que es lo único que hacemos últimamente -apoyando la espalda en el sofá y suspirando. Estoy cansado de esto, Cris.
-Yo también estoy cansada, Dani. Estoy harta de todo esto -levantándome y poniéndome de pie. Parece que no soy parte de tu vida, parece que lo nuestro ya no te importa nada y yo ya no puedo más -intentando retener las lagrimas en mis ojos y apartando la mirada de él.
-Eh, eh, eh -levantándose y poniéndose a mi lado. ¿Qué quieres de decir? Te prometo que cuando el Intro acabe tendré todo el tiempo del mundo para ti, sólo te estoy pidiendo un poco de tiempo, sólo eso.
-Yo... -levantando la mirada y encontrándome con sus ojos lloros- lo siento, lo siento pero no puedo más.
-¿Qué quieres decir? -preguntó sin apenas voz.
-Quiero decir que es un ahora o nunca -me cruzo de brazos y le miro fijamente a los ojos.
Él baja la mirada e inmediatamente comienzo a llorar. Sé que todo a ha terminado, siento como que me falta el aire y noto arcadas que apenas puedo retener. Me siento vacía, inmensamente vacía, como las cuerdas que hacían mi mundo flotar se hubiesen partido en dos y mi mundo se hubiese desplomado en un momento. Vuelve a subir la mirada, y noto como literalmente, me rompo por dentro.”

sábado, 6 de abril de 2013


Fui tan importante para ti,
 que nunca te imaginé tan lejos.
Capitulo setenta y cinco:
Cinco de la mañana. No paro de dar vueltas en la cama… No entiendo lo que me pasa. No dejo dar darle vueltas a todo, de analizar los últimos meses e intentar refugiarme en los momentos buenos para comenzar a ver la luz en este cielo tan negro.

No paro de darle importancia a todo, no consigo pasar pagina. Me duele ser su amiga, pero me duele más que nos pasemos semanas sin hablarnos. Agarro a Nani y me abrazo a él con fuerza. Es lo único familiar en esta casa, lo único que me hace sentir que realmente es mía  Aspiro su olor y una vez más, casi por inercia, me viene su imagen a la cabeza. Sé que no podemos seguir así. Dos días bien y ciento mal.

Quizás sea el momento de aceptar que todo se ha terminado, pero aceptarlo de verdad. Dejar que todo se marche, las miradas, las sonrisas, los besos, los recuerdos… los infinitos. Quizás el tiempo de nuestro amor ya ha terminado, quizás ahora sea el momento de empezar asimilarlo.

Agarro el móvil con la mano libre y pego a Nani aun más a mi. Mis dedos se deslizan por la pantalla, pero apenas soy consciente de lo que escribo.
“Necesito verte… Necesitamos hablar, esto no puede seguir así, tenemos que dejar que comportarnos como dos niños”.

Dejo el móvil encima de la mesita de luz y cierro los ojos  para intentar dormir una vez más. De repente, y como ya es costumbre, los recuerdos vuelven a mi moría, me queman la piel.

“(Dos semanas antes)
Le observo a lo lejos y me voy acercando despacito, casi con miedo. Respiro hondo e intento que en mi cara no se refleje mi mal humor. El me mira, sonríe y se acerca a mi para acurrucarme en sus brazos. Yo me dejo abrazar, pero no correspondo el abrazo, la verdad es que no estoy de humor.

-Buenos días, pesadilla –dijo sentándose y dibujando una pequeña sonrisa traviesa en su cara.

-Buenos días –dije sentándome sin apartar la mirada de él.

-Uuuuy ¿qué es esa cara? ¿nos hemos levantado con el pie izquierdo hoy o qué? –soltando una pequeña risita y acariciando mi mano.

-No –apartando disimuladamente mi mano de él- lo que pasa es que no he pasado una buena noche.

-¿Qué ha pasado? –dijo clavando su mirada en mi y apoyando los codos sobre la mesa que nos separaba.

-¿No te lo imaginas? –sin poder evitar que mi mirada reflejase mi estado de animo.

-¿Por qué tendría que imaginarlo? –cruzándose de brazos y mirándome fríamente.

-Dani ¿qué paso el Sábado? –dije casi con miedo.

-¿Qué paso de qué? –seguía inmóvil, como si nada.

-Esa noche… ¿Dormiste solo?  -suspirando e intentando encontrar la voz.

-¿De verdad quieres saberlo? –dijo en un susurro.

Sentí como mi mundo se derrumbaba en un segundo. Como si todos estos meses se me cayesen encima de golpe. Los Ángeles  las peleas, la ruptura, la amistad. Todo me cayo de golpe y porrazo y sentí como si la tierra se abriese bajo mis pies.

-No lo puedo creer…-las lagrimas se apoderaban poco a poco de mis ojos, pero mi voz sonaba con fuerza, rabiosa.

Él simplemente se quedo petrificado, apartó la mirada de mis ojos y suspiró.

-Sinceramente, no entiendo porque te pones así – pasándose la mano por el pelo y buscando mis ojos- ni si quiera sabes la respuesta y ya sacas tus propias conclusiones ¿y que pasa si no dormí solo? ¿Qué problema hay? –comenzando a gesticular-. Somos amigos ¿Recuerdas? Y no porqué yo quiera, si no porque tú lo decidiste así. Fuiste tú la que decidió romper conmigo.

-Pero…-dije con apenas un susurro de voz.

-Pero ¿qué? –clavando sus ojos en los míos.

-Pero nada, absolutamente nada –poniéndome de pie-. ¿Sabes qué? Tienes razón no tengo derecho a reprocharte nada Es más, todo esto es culpa mía  yo soy la gilipollas que se pasa la vida esperando a que tú reacciones.

-¿Qué haces? –levantándose y agarrándome del brazo- no formes un espectáculo, por favor. Deja de comportarte como una cría.

-Tal vez el problema está en que te pasas la vida diciendo que soy una cría -volviéndome para mirarle- pero el crío eres tú. Yo no tengo la culpa de que no puedas tomarte nada en serio.

Y me fui dejándolo con la palabra en la boca y mi corazón en la mano. Camine rápidamente sin ni si quiera saber hacia donde. Dejando de pensar por un momento, después de muchos meses, y  llorando una vez más, por lo que ya no es.”

-Creo es el momento de acabar con todo, Nani –digo acariciándole la cara y dejo que las lagrimas corran por mi cara.

viernes, 18 de enero de 2013


Contén la respiración, porque esta noche
será la noche en la que me enamoraré de ti.
Una y otra vez, una y otra vez, una y otra...
Capitulo setenta y cuatro:
Un ruido ensordecedor irrumpe  mi sueño. Salto de la cama y voy corriendo hacia la puerta, conozco bien el sonido de mi timbre. Noto mi corazón latir a mil por hora y apenas me da tiempo a fijarme en el reloj mientras camino. Solo son las ocho de la mañana ¿quien cojones esta quemando mi timbre?

Abro de golpe, me encuentro con sus ojos. Él sonríe y se apoya en el marco de la puerta. Me quedo quieta, estoy bloqueada. ¿Qué hace aquí? ¿No tendría que estar en León? Niego con la cabeza y me esfuerzo en recobrar el sentido.

-Por tu cara cualquiera diría que me has echado de menos…-dice con una sonrisa mientras se acerca para dejar un beso en mi mejilla.

-Es que, bueno, yo… no te esperaba –abro la puerta del todo y le hago en un gesto con la mano para que pase- ¿qué haces aquí, y tan pronto? ¿no se supone que deberías estar en León?

-Debería, debería –se gira con una sonrisa que ilumina sus ojos y sigue andado- pero me he cansado de tanto tiempo en familia.

-¿Y has decidido venir a quemar mi timbre a las ocho de la mañana? –no puedo controlar la pequeña sonrisa que se apodera de mis labios-. Espera, si son las ocho y has venido en coche ¿ha que hora has salido de León?

-Eso no importa –parando en mitad del salón, sin dejar de sonreír-. Me he cruzado con los reyes magos y me han dado una cosita para ti…

-Teóricamente, los reyes ya vinieron ayer… -digo señalando los tres paquetes que hay aun debajo del árbol.

-Lo sé, lo sé –dice acercándose a mi- pero mis reyes se parecen a mi, son unos tardones.

-¿Si? Los míos no –dirigiéndome hacia al árbol y cogiendo uno de los paquetes- y también dejaron algo para ti.

-Yo creía que tus reyes ya no se acordarían de mí –borrando la sonrisa de sus labios y mirando fijamente al paquete.

-Si lo hacen –digo soltando un suspiro-. No entiendo como has podido pensar eso.

-Bueno, solo ha sido una equivocación ¿no? Se han acordado de mi, no hay que darle más vueltas –acercándose a mi y cogiendo el regalo.

-Impaciente –sonreí mientras él desenvolvía el regalo con ansia y me senté en el sofá.

-Cris… esto es… ¡me encanta! –sentándose a mi lado y abrazándome sin apartar la vista del regalo-. En serio, me encanta ¿cómo lo has sabido?

-Bueno, hable con Chuspy y me dijo que llevabas meses hablando de ese cuadro –digo señalando el regalo que tenia en sus manos-. Que te gusto en cuanto lo viste y que encima tenia la firma de Jordan… Entonces, fue fácil elegir.

-¿Cómo lo haces? –fijando su mirada en mi.

-¿El qué? ¿Elegir los regalos? –sin apartar la vista de sus  ojos.

-No, eso no, se que eres buena para los regalos –con una sonrisa-. Me refiero al hacerme feliz, después de todo este tiempo… Ya sabes que a veces soy un poco raro y tú… Tú siempre das con la clave.

-¿Sabes? –intentado aguantar la risa, sin mucho existo-. Eso ha soñado a la típica frase de una peli ñoña.

-Quizás lo es –dice sonriendo.

-Estas muy raro últimamente, lo sabes ¿verdad? –volviendo a fijar mi mirada en sus ojos.

-Lo sé –con la sonrisa aun en los labios-. Toma, tu regalo.

-A ver, a ver –alargando la mano para cogerlo y desenvolviéndolo lentamente-. ¿Viene de Nueva York?

-No –dice comenzando a mover la pierna-. Sabes que soy muy ansioso, date prisa.

-Espera, espera –riendo mientras quitaba el papel con cuidado- y ¿qué tal te lo has pasado por allí?

-Muy bien, ya sabes que es mi ciudad –hablando muy deprisa- pero me faltaba algo…

-¿Algo? –digo levantando la mirada del pequeño paquete que estaba en mi regazo.

-Sí, algo. Bueno, más bien alguien –mirándome nervioso- abre ya el paquete, que me estas poniendo nervioso.

-Ya voy, ya voy –sonriendo y levantando la tapa del pequeño paquete.

-¿Te gusta? –dice sin apartar la mirada de mi-. Si no te gustan los puede cambiar por lo que tu quieras.

-Me encanta, Dani –alzando la mirada, y fijándola en su ojos- son preciosos.

-Me alegro que te guste –suspirando y girándose para colocar la espalda en el respaldo del sofá-. A mi no se me da tan bien lo de los regalos como a ti.

-No seas tonto, sabes que si –sonriendo y bajando la mirada de nuevo hacia los pendientes-. Tus regalos del año pasado también me gustaron mucho.

-Eso es porque eran para ti…-girando la cabeza para volver a mirarme-. Contigo todo siempre es diferente.