sábado, 27 de abril de 2013


DIRECTO.

Capitulo ochenta:
Es raro, porque todo el mundo habla de principios, de nacimientos, de bodas, de etapas, pero nadie habla de finales, divorcios, soledad, muerte… He pasado la mitad de mi vida pensando que lo que más importaba eran los finales, asimilando que daba igual lo duro que fuese el camino con tal de conseguir algún día  la ansiada recompensa, mi final feliz. E analizando momentos, recuerdos, instantes, tratando de buscar mil finales diferentes para una sola historia. Ninguno me ha parecido bueno… Y aquí estoy, sin un final.

Me levanto de golpe, abro los ojos e involuntariamente me llevo la mano al pecho. Me cuesta respirar, y noto las lagrimas caer por mis ojos. No entiendo nada, estoy fuera de lugar, de tiempo. Comienzo a pensar, asimilar mi sueño. Eso es, todo a sido un sueño. Un mal sueño…

No, no solo ha sido eso. Me levanto y abro el armario con fuerza. Hoy no hay tiempo de elegir la camisa, los pantalones,  los zapatos… Hoy todo tiene otro ritmo. Me visto y dejo caer el pijama al suelo. Me dirijo corriendo al baño, me miro, suspiro, y me apenas me paso las manos por el pelo antes de salir corriendo a ponerme los zapatos.
Me ato los cordones con fuerza, intentando darle agilidad al asunto. Agarro las llaves del coche y meto las mías en un bolsillo de mi chaqueta. Cierro la puerta, y comienzo a correr escaleras abajo, hoy no hay tiempo de echar la llave.

Subo al coche, suspiro con fuerza, me detengo a pensar. Esto es una locura. Meto la llave en la ranura y me dejo llevar.

Desde que supe que esta historia no iba a tener un final feliz he buscado mil maneras de aliviar mi dolor. De buscar otro resultado, otras posibilidades, convertir mi menos, en mi más. Pero nada es suficiente, nada valía. Entonces decidí aliviar mi dolor con principio… Los principios siempre son bonitos ¿no?

¿Qué hay de malo en un principio? ¿Qué hay de triste en un principio? Me aferre la primera mirada, a la primera sonrisa, al primer abrazo, al primer beso… Supongo que por eso os he contado esta historia. Necesitaba convencerme a mismo, de que nada de lo pase de ahora en adelante tiene importancia, que lo importaba pasó ya hace mucho tiempo. Pero eso tampoco aliviaba mi dolor, nada lo calma, parece invencible.

¿De qué sirve tener el mejor de los principios, si no lo puedo escribir en mi futuro? En el momento en el que algo acaba, pasa a ser un capítulo más, una historia más…. Yo nunca he querido eso y por eso me cuesta tanto conformarme con este final, y sobre todo, con este principio.

Esto no es una historia más. NO. Me niego. Esta es mi historia, y se merece otro final.
Aprieto el acelerador, subo la intensidad del momento. Quiero llegar ya, necesito que todo acabe o que todo empiece. El semáforo se pone rojo, y me obliga a parar. Mi corazón late con fuerza, todo mi mundo viaja a alta velocidad.

Semáforo en verde, mi pie se paga con fuerza al pedal. No paro de mover la cabeza, de observar las calles sin ni si quiera mirarlas. Por fin llego y aparco el coche como medianamente puedo. Es de día y la gente no para de caminar enloquecida de un sitio para el otro pero yo sé perfectamente donde esta mi camino. Me abren la puerta, me sonríen, yo apenas alzo la cabeza.

Entro a la pecera y siento como todas las miradas se clavan sobre mí. Todas, menos la suya. La observo detenidamente y suspiro. Sonrío, y por fin lo comprendo.

Tal vez lo que importe no sean los finales ni los principios. Tal vez lo que importe es esto. Esto. Esto que no es nada, pero para mí es todo. Ella. Sus tonterías, sus idioteces, su historia, mi historia, nuestra historia.

Ella se gira y sonríe, pero no a mí, ni si quiere se da cuenta de mi presencia en la sala. Yo me muerdo el labio y cruzo los brazos clavando mi mirada en sus ojos.

No se trata de momentos ni de recuerdos. No se trata de “ese día en el que todo cambio” o “ese día en el que todo termino”. Nada es lo que era, y tampoco me importa.

Sus ojos chocan con los míos y puedo ver en su cara la incertidumbre. Yo sonrío, y alza mi mano en forma de saludo.

Ya no me sirven los “tal vez”, ni los “ojala”. No entiendo esto cambio, no entiendo que hago aquí, ni como todo a podio dar este giro inesperado.

De repente la luz  de “en el aire”  va descendiendo su tono, se apaga. Ponen una canción y ella entra en la pecera. Se acerca y noto como mi corazón vuelve a latir con fuerza.
No importan los principios, y sobran los finales. Aquí y ahora. Ahora o nunca. Nunca y siempre…

-¿Qué haces aquí? –dice mientra esconde una mano en el bolsillo de su pantalón.

-Necesitaba verte –digo buscando sus ojos.

-¿A pasado algo? ¿Te encuentras bien? –dice acariciando mi mejilla- estas muy rojo.

-Es que he venido corriendo –suelto en un suspiro.

-¿Y se puede saber que es tan importante como para qué tú corras? –y una sonrisa picara se dibuja en su cara.

-Nada… -digo sonriendo- absolutamente nada.

Sus ojos se posan en los míos, y todo vuelve a la calma. Mi pulso vuelve a su ritmo normal y mis brazos se dejan caer.

No se trata de vivir el momento, ni de disfrutar las pequeñas cosas… Se trata de QUERER el momento y ADORAR las pequeñas cosas. Se trata de amor la trama, mucho más que el desenlace.

-Estás loco, lo sabes ¿verdad? –dice mientras acaricia mi pelo.

-Lo sé –contesto con una sonrisa.

De repente comienza a gritar su nombre. Ella deja un beso en mi mejilla y vuelve a reincorporarse en su silla. Comienza la vuelta atrás…

Noto como todo cobra un nuevo sentido, como la historia se vuelve a repetir una y otra vez. Siento mil momentos en un solo instante, vuelvo los recuerdos un ‘ahora’.

Ella levanta la mirada del guión, sonríe, y me guiña un ojo, mientras de fondo se escucha “3…2…1…Directo”.

Una, y mil veces más… Directo.
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¿FIN… O CONTINUARÁ?
¿Queda algo por decir aparte de gracias? Sí. Gracias una y mil veces más. Gracias a todas.
Gracias a esas personas que se han molestado en leerme, y a esas que hicieron el esfuerzo de intentarlo. Gracias por cada palabra de apoyo y por animarme a seguir con esta pequeña locura que se acabo volviendo una parte muy importante de mi vida. Gracias a todas y cada de vosotras por ser mi “directo”.

Pero sobre todo gracias a ti, Pau. Por ser mi amiga, mi editora, mi campanilla y mi inspiración. Gracias por ser mi magia. Te he dicho un millón de veces que esta historia es de las dos. Yo la escribo, pero tú me das la magia suficiente para plasmarla en el papel. Gracias por nunca darte por vencida y no dejar que yo lo haga nunca. Gracias por seguir creyendo en los infinitos aun cuando todos perdieron la fe, gracias por seguir dándome motivos para creer día a día. Gracias por seguir creyendo en el destino. Gracias por ser mi pacto azul.

Sé que os preguntareis que porqué este final, porqué no una boca y cien mil hijos después con su respectivo “fueron felices para siempre”. Simplemente me negaba a hacer algo así con Directo. Directo es realidad dentro de la magia, o al menos así es tal y como yo lo veo. Por eso lo dejo a vuestra elección. Vosotras decidís si esta historia tiene un final o sigue escribiéndose día a día por si sola.

Creo que escribir el final es una de las cosas que más me ha costado… Más que nada porque ahora llega el momento de la despedida y soy muy ñoña,  me gusta decir adiós.
Así que lo voy a decir rápido, intentando que no duela mucho.

Gracias. Gracias. Y gracias.  Prometo vivir siempre en directo.

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