“Contén la respiración, porque esta noche
será la noche en la que me enamoraré de ti.
Una y otra vez, una y otra vez, una y otra...”
Capitulo setenta y cuatro:
Un ruido ensordecedor irrumpe mi sueño. Salto de la cama y voy corriendo
hacia la puerta, conozco bien el sonido de mi timbre. Noto mi corazón latir a
mil por hora y apenas me da tiempo a fijarme en el reloj mientras camino. Solo
son las ocho de la mañana ¿quien cojones esta quemando mi timbre?
Abro de golpe, me encuentro con sus ojos. Él sonríe y se
apoya en el marco de la puerta. Me quedo quieta, estoy bloqueada. ¿Qué hace aquí?
¿No tendría que estar en León? Niego con la cabeza y me esfuerzo en recobrar el
sentido.
-Por tu cara cualquiera diría que me has echado de menos…-dice
con una sonrisa mientras se acerca para dejar un beso en mi mejilla.
-Es que, bueno, yo… no te esperaba –abro la puerta del todo
y le hago en un gesto con la mano para que pase- ¿qué haces aquí, y tan pronto?
¿no se supone que deberías estar en León?
-Debería, debería –se gira con una sonrisa que ilumina sus
ojos y sigue andado- pero me he cansado de tanto tiempo en familia.
-¿Y has decidido venir a quemar mi timbre a las ocho de la
mañana? –no puedo controlar la pequeña sonrisa que se apodera de mis labios-.
Espera, si son las ocho y has venido en coche ¿ha que hora has salido de León?
-Eso no importa –parando en mitad del salón, sin dejar de sonreír-.
Me he cruzado con los reyes magos y me han dado una cosita para ti…
-Teóricamente, los reyes ya vinieron ayer… -digo señalando
los tres paquetes que hay aun debajo del árbol.
-Lo sé, lo sé –dice acercándose a mi- pero mis reyes se
parecen a mi, son unos tardones.
-¿Si? Los míos no –dirigiéndome hacia al árbol y cogiendo
uno de los paquetes- y también dejaron algo para ti.
-Yo creía que tus reyes ya no se acordarían de mí –borrando la
sonrisa de sus labios y mirando fijamente al paquete.
-Si lo hacen –digo soltando un suspiro-. No entiendo como
has podido pensar eso.
-Bueno, solo ha sido una equivocación ¿no? Se han acordado
de mi, no hay que darle más vueltas –acercándose a mi y cogiendo el regalo.
-Impaciente –sonreí mientras él desenvolvía el regalo con
ansia y me senté en el sofá.
-Cris… esto es… ¡me encanta! –sentándose a mi lado y abrazándome
sin apartar la vista del regalo-. En serio, me encanta ¿cómo lo has sabido?
-Bueno, hable con Chuspy y me dijo que llevabas meses
hablando de ese cuadro –digo señalando el regalo que tenia en sus manos-. Que
te gusto en cuanto lo viste y que encima tenia la firma de Jordan… Entonces,
fue fácil elegir.
-¿Cómo lo haces? –fijando su mirada en mi.
-¿El qué? ¿Elegir los regalos? –sin apartar la vista de
sus ojos.
-No, eso no, se que eres buena para los regalos –con una
sonrisa-. Me refiero al hacerme feliz, después de todo este tiempo… Ya sabes
que a veces soy un poco raro y tú… Tú siempre das con la clave.
-¿Sabes? –intentado aguantar la risa, sin mucho existo-. Eso
ha soñado a la típica frase de una peli ñoña.
-Quizás lo es –dice sonriendo.
-Estas muy raro últimamente, lo sabes ¿verdad? –volviendo a
fijar mi mirada en sus ojos.
-Lo sé –con la sonrisa aun en los labios-. Toma, tu regalo.
-A ver, a ver –alargando la mano para cogerlo y desenvolviéndolo
lentamente-. ¿Viene de Nueva York?
-No –dice comenzando a mover la pierna-. Sabes que soy muy
ansioso, date prisa.
-Espera, espera –riendo mientras quitaba el papel con
cuidado- y ¿qué tal te lo has pasado por allí?
-Muy bien, ya sabes que es mi ciudad –hablando muy deprisa-
pero me faltaba algo…
-¿Algo? –digo levantando la mirada del pequeño paquete que
estaba en mi regazo.
-Sí, algo. Bueno, más bien alguien –mirándome nervioso- abre
ya el paquete, que me estas poniendo nervioso.
-Ya voy, ya voy –sonriendo y levantando la tapa del pequeño
paquete.
-¿Te gusta? –dice sin apartar la mirada de mi-. Si no te
gustan los puede cambiar por lo que tu quieras.
-Me encanta, Dani –alzando la mirada, y fijándola en su
ojos- son preciosos.
-Me alegro que te guste –suspirando y girándose para colocar
la espalda en el respaldo del sofá-. A mi no se me da tan bien lo de los
regalos como a ti.
-No seas tonto, sabes que si –sonriendo y bajando la mirada
de nuevo hacia los pendientes-. Tus regalos del año pasado también me gustaron
mucho.
-Eso es porque eran para ti…-girando la cabeza para volver a
mirarme-. Contigo todo siempre es diferente.